sábado, 13 de junio de 2020

FLEXIBILIZANDO LAS DISTANCIAS



De los creadores de “Para erradicar el fracaso escolar, erradiquemos el título de ESO” llega ahora la secuela “Para que quepan más estudiantes en las aulas, disminuyamos la distancia de seguridad” (con lo que se disminuye el gasto). Aunque parezca un chiste, estas dos ocurrencias forman parte del ideario del Ministerio de Educación en estos tiempos de pandemia. Del Ministerio y de las Consejerías, evidentemente, puesto que la incompetencia educativa está transferida a las CCAA. Después de meses de horror, de miles de muertos, de encierro, de angustia y, sobre todo, de prevención, nos quitamos el sayo el 10 de junio y, henchido nuestro espíritu de tinto de verano, cambiamos el gel hidro-alcohólico por crema solar y las mascarillas por trikinis. Aquí no ha pasado nada y tampoco tiene por qué volver a pasar. Nos lo dice nuestra ministra, que es muy fiable y gana mucho en las distancias flexibilizadas. 

 Es, lógicamente, el mensaje que quiere transmitir un país que ha hecho del turismo su única fuente de ingresos. Vayamos olvidando, que en olvidar somos expertos, y prediquemos desde los púlpitos laicos (aconfesionales, perdón) que se puede venir a España sin correr riesgos. Al igual que ocurrirá en los centros educativos a partir de septiembre, también nos saltamos a la ligera en los aviones toda recomendación científica sobre la distancia de seguridad. Todos sabemos que en un avión no se pilla nada, que los italianos que vinieron a ver el partido de Champions a Valencia no contagiaron a nadie y que aquí, en nuestro bendito país, quienes han transmitido el virus han sido las atrevidas esas que fueron a la manifestación del 8M. 

En distintos medios de comunicación leemos estos días que Canarias, como pasa también en Andalucía, Extremadura y tantas otras CCAA, apuesta por el retorno de todos los alumnos en septiembre, como si esto de volver o de quedarse fuera una opción entre modelos posibles, previa valoración de pros y contras, y no una decisión ante una situación excepcional. Es como si estuviéramos apostado por Messi o por Hazard, ¿verdad?

 En marzo el profesorado no eligió pasarse a la educación a distancia, sino que se vio obligado ante el explosión de un virus muy peligroso. No se valoró qué tipo de educación era la mejor, sino la más segura ante posibles contagios, y esto es lo que parece que estamos olvidando. No se trata de escoger lo mejor, sino lo más seguro. El problema es que para la administración educativa lo mejor casi siempre es sinónimo de lo más barato y lo es, en estas circunstancias, en dos sentidos. Por un lado, reducir ratios supone duplicar grupos y, en consecuencia, un elevado número de nuevas contrataciones de profesores. Pero es que, además, para construir debidamente un sistema de educación online se necesita un paquete de medidas dirigidas a la conciliación familiar que la empresa no ve, hoy por hoy, con buenos ojos. ¿Que uno de los progenitores flexibilice su horario laboral? ¿Qué somos, nórdicos? Lo miremos por donde lo miremos, lo mejor (lo más barato) es reducir la distancia de seguridad. Usted ha venido al mundo a trabajar, no a cuidar hijos ni personas dependientes. 

Un sistema de educación a distancia sería perfectamente viable durante un periodo de tiempo concreto, digamos por ejemplo seis meses, si antes hubiéramos hecho las cosas bien o si estuviéramos dispuestos a hacerlas. Y aquí está, posiblemente, el quid de la cuestión. La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias dice que se ha decidido por ese modelo presencial para luchar contra el absentismo, puesto que la brecha digital ha puesto de manifiesto la facilidad para la desconexión del alumnado más vulnerable. Del vulnerable (en torno al 10% del alumnado) y del que no lo es, habría que añadir, porque lo que realmente está detrás del “abandono virtual” o “absentismo digital” es el desprecio por el esfuerzo y el saber manifestado, sin pudor alguno, por  el Ministerio de Educación y las Consejerías de las Comunidades Autónomas, que han repetido hasta la saciedad que la calificación de la tercera evaluación nunca podía ser menor que la obtenida en la segunda, es decir, que todo alumno aprobado en abril ya lo estaba, automáticamente, también en junio. Cualquier estudiante medianamente aplicado ha podido desentenderse, puesto que, además, la administración educativa insistió en que el periodo de confinamiento lo sería también de repaso y refuerzo de lo ya aprendido, nunca un motivo para aprender nada nuevo, con lo que el aburrimiento y la desidia han terminado por disuadir a cualquiera (mucho más que ese 10% de chicos vulnerables). Si a eso le añadimos la imposición de la promoción automática al curso siguiente, la desconexión digital parece hasta razonable, y más en una sociedad para la que aprender es aprobar, cueste lo que cueste, y si es con una reclamación mucho mejor. Con el corazón en la mano, con un seis o un siete en la segunda evaluación, ¿ustedes en sus tiempos no se habrían dedicado a jugar con su Spectrum? Pues ellos igual, pero con su Play, su móvil, las tabletas que les han regalado los gobiernos regionales y que han utilizado para todo menos para conectarse a Classroom, etc. 

 Es decir, no hemos tenido realmente un modelo digital serio con el que enseñar y evaluar de forma rigurosa y fiable a nuestro alumnado, entre otras cosas porque no nos han dejado. No hemos tenido un sistema que ponga en valor y dignifique el estudio y el trabajo. Ojo. Cuando hablamos de trabajar no nos referimos al delirio del hacer por el hacer (la victoria definitiva del homo faber) a través de las plataformas educativas digitales. Lo que hemos tenido en estos meses es la repetición insufrible de lo ya enseñado. Hemos convertido a los niños en hacedores de fichas.

  ¿Podríamos, pues, levantar un sistema educativo online, puntual y extraordinario? Sí, evidentemente, y además es que habría que tenerlo listo cuanto antes, viendo las previsiones de un más que posible rebrote, pero para ello necesitamos varias cosas. En primer lugar, diseñarlo como alternativa seria, creíble y útil, tanto para alumnos como para profesores. Las autoridades educativas no pueden dar el espectáculo circense al que hemos asistido a lo largo de estos meses. No podemos decir en mayo que es una opción válida y en junio opinar todo lo contrario, porque qué vamos a decir en caso de rebrote en octubre.

  En segundo lugar, debe dejar avanzar a quienes puedan hacerlo y ayudar a quienes no sean capaces de alcanzar los objetivos, por los motivos que sea. No puede frenar las opciones de mejora de los alumnos que no tengan ningún problema para estudiar, que es lo que se ha hecho durante estos meses. Si tenemos un 10-15% de estudiantes vulnerables, habrá que diseñar una estrategia para ellos, porque si no lo que vamos a conseguir es que el porcentaje restante vaya abandonando la enseñanza pública rumbo a la concertada, que, al parecer, allí si se puede avanzar. 

En tercer lugar, es imprescindible exigir la corresponsabilidad del propio estudiante, esto es, sin el alumno, sin su interés, sin su dedicación, sin su compromiso, ningún sistema educativo puede funcionar. No olvidemos que esto ocurre desde hace décadas en la enseñanza tradicional, viene de lejos. Es un problema de fondo, del valor que hemos de darle a lo público, de la percepción del saber y de lo educativo. De lo que significa el deber. De lo que significa el derecho. De cómo se construye una sociedad. De si la función de la escuela es cuidar o enseñar y de tantas otras cuestiones que no caben ahora en este artículo. Un sistema público y gratuito tiene que tener alguna contraprestación, y esto es algo que jamás debimos olvidar. A cambio de un pupitre, de una matrícula, de libros de texto, comedores, desayunos o tabletas en esta pandemia (que todos pagamos) el sistema debe recibir compromiso y dedicación (y esto se mama en casa). 

Si realmente el virus sigue entre nosotros, si como dice la OMS debemos estar preparados para un rebrote en otoño, si de verdad tenemos que ser previsores y precavidos y adelantarnos a posibles escenarios y si, como afirma la comunidad científica, tardaremos aún entre seis meses y un año en tener una vacuna o tratamiento efectivo, ¿no deberíamos actuar prudentemente y transmitir, igualmente, prudencia en los medios? ¿No podríamos tener preparada una respuesta virtual, a distancia, para afrontar unos meses que podrían ser complicados? ¿De verdad que la solución es acortar medio metro entre los alumnos? Desde luego, ya que el de Educación vaga sin rumbo, la papa caliente la tiene el Ministerio de Sanidad, que debe responder. ¿Es segura así esta vuelta en septiembre? ¿Podemos flexibilizar las distancias de seguridad en función de nuestros intereses?

jueves, 9 de abril de 2020

RESEÑA DE A MI TRABAJO ACUDO, CON MI DINERO PAGO, DE JOSÉ CARLOS ROSALES, EN IDEAL



POESÍA Y DINERO

Los conocidos versos de Antonio Machado, “A mi trabajo acudo, / con mi dinero pago”, dan título a una de las antologías poéticas más sugerentes de las publicadas en los últimos tiempos, no solo por la novedad de la temática, Poesía y dinero, sino también por el arco temporal que abarca, desde la Edad Media hasta nuestros días. Para José C. Rosales se trata de vincular  la creación poética con el dinero corriente, cotidiano, el que llevamos suelto en los bolsillos, el que es fruto de un trabajo honrado y el que, sobre todo, permite gozar al individuo de ciertas libertades, tanto materiales como intelectuales, como han recordado a lo largo de los siglos escritores tan dispares como Virginia Woolf o Fernando Pessoa. Es decir, como dice el antólogo, “sin dinero propio no hay libertad intelectual ni tampoco libertad de escribir poemas lejos de toda esa cadena de imposiciones […] que nos asedian cada día”. La lectura que propone Rosales ilumina el espacio brumoso de lo poético de la mano de Wallace Stevens  (“El dinero es una forma de poesía”) y Dante Gabriel Rossetti (“Un soneto es una moneda”) y acrecienta todavía más el interés por un discurso que parece gozar de buena salud en los últimos años. 

Publicado en Ideal el 04/04/2020

sábado, 28 de marzo de 2020

RESEÑA CORTA DE ESTA TERRIBLE LUMINISCENCIA, DE CAROL GÓMEZ PELEGRÍN, EN IDEAL



No hay duda de que, a veces, es mejor no ver que ser consciente de lo que se tiene delante. La claridad puede llegar a ser terrible cuando nos hemos acostumbrado a vivir entre cómodas tinieblas, porque desvela las costuras de una ideología interiorizada como “lo natural” y, con ella, todas sus consecuencias. Desde esa oscuridad las condiciones de vida parecen las propias del sentido común y las palabras un fiel reflejo de lo que conocemos y no nos incomoda. Por eso Esta terrible luminiscencia resulta a la vez inquietante y revelador, uno de los poemarios más relevantes de lo que llevamos de año. Amor, maternidad, escritura y cuerpo alejados de convencionalismos y de tópicos. Un verdadero hallazgo. 

https://www.ideal.es/culturas/recomendaciones-literarias-criticos-20200328222709-nt.html?fbclid=IwAR23fi3l8Vix1tiYiDqA68OoBomo4XEIL8HGdas5ZDJ5W_X5bfPrPF62Uhs

sábado, 21 de marzo de 2020

RESEÑA DE POESÍA COMPLETA, DE MAYA ANGELOU, EN IDEAL






AÚN ASÍ ME LEVANTO

Que en estos tiempos confusos, nublados, sobrecargados de mentiras y discursos intolerantes vea la luz en español la poesía completa de Maya Angelou significa que no todo está perdido, que, a pesar del miedo inoculado por la ultraderecha y sus medios de comunicación hacia el extranjero, la voz del sufrimiento y del dolor sigue viva y es capaz de alzarse y sacudirse el légamo de la injusticia, el oprobio y la manipulación de los poderes económicos. Aunque se la conoce más por su escritura autobiográfica (Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado), sus poemas leídos tanto en la investidura de Bill Clinton como con motivo de la muerte de Nelson Mandela (2013) reivindicaron y popularizaron a nivel internacional un quehacer poético que venía, sin embargo, de muy lejos. Incansable y polifacética (música, cine, televisión), Angelou es recordada hoy como una de las personalidades a nivel mundial más comprometidas con la situación del hombre y de la mujer afroamericanos. La edición y traducción de su poesía completa a cargo de Nieves García Prados asombra por la dureza, por la escritura descarnada de una realidad que late bajo las capas de una historia oficial, siempre propensa al olvido de los más débiles.
 En el poema “Sobre los trabajadores liberales blancos” (64) encontramos, posiblemente, uno de los textos más iluminadores, por lo que suponen para la lectura de toda esta edición: “[…] Aunque hay una cosa por la que imploro / en la que creo lo suficiente como para morir por ella, / la responsabilidad de todo hombre con el hombre”. Un yo poético que es consciente a lo largo de todos los libros de que sin la solidaridad y la compañía del otro, el ser humano está perdido, como escribe en “Solos” (87): “Solo, completamente solo, / nadie, absolutamente nadie / puede sobrevivir aquí solo”.
Erotismo y desamor, amor mal entendido (“los sádicos no aprenderán que / el amor, por naturaleza, exige un dolor / distinto a la tortura”), drogas (“Los hombres caídos, / y el empuje del peso de la aguja. / Se arrastran los brazos, el caballo entra en las suaves / cavidades de cada hueso”), esclavismo (“Filas de algodón se entrecruzan en el mundo / y noches muertas de cansancio / relámpagos en correas de cuero / y todo mi cuerpo ardiendo) y violencia de género son los temas más recurrentes a lo largo de todo este libro, cargado de poemas tan demoledores como tristemente contemporáneos: “De los barracones de la vergüenza de la historia / yo me levanto / desde un pasado enraizado en el dolor / yo me levanto/ soy un océano negro, agitado y enorme, / manando y creciendo resisto la marea”.

https://www.ideal.es/culturas/libros/recomendaciones-literarias-criticos-20200321002837-nt.html

viernes, 13 de marzo de 2020

BREVE RESEÑA DE ESCARABAJO PELOTERO, DE ELADIO ORTA, EN IDEAL



La defensa a ultranza de los entornos naturales ha sido el eje sobre el que ha girado la poética de Eladio Orta desde sus primeros libros. Una defensa que supone a la vez la construcción de un discurso radicalmente crítico contra el neoliberalismo y su responsabilidad en la destrucción de los ecosistemas. La poesía de Orta, así calificada por él mismo, se asemeja a la producción “antipoética” de Nicanor Parra en ese movimiento seco contra la poesía convencional, edulcorada y adulterada por el poder. Eladio Orta es una de las genuinas Voces del Extremo que desde 1999 están proponiendo otra forma de escribir, otra forma de soñar y otra forma de vivir. Este nuevo poemario abunda en cuestiones como el elogio de la belleza natural, la crítica al urbanismo desenfrenado o la necesidad del otro para poder decir ‘yo’.

RESEÑA DE EL GRAN BOSQUE, DE MARTA LÓPEZ VILAR, EN EL DIARIO IDEAL




Ya Eduardo Cirlot señaló en su Diccionario de Símbolos que entre las posibles significaciones del bosque está la del principio femenino, el principio creador. Concretamente, como un lugar en el que florece la abundante vida vegetal, no cultivada ni dominada, capaz de ocultar la luz del sol, de ahí que para los druidas la selva fuera su esposa por antonomasia. A partir de ahí podría sostenerse que el sol es el símbolo de la razón, del logos, mientras que el bosque umbroso lo es del mito, del sentimiento. Sin embargo, El Gran Bosque, la propuesta poética de López Vilar galardonada con el II Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro, se construye en la certeza de que la sombra del bosque no es la oposición a la luz del sol, al lenguaje racional, sino una forma distinta de iluminación, de expresión, tesis muy cercana a la sostenida por María Zambrano en su Claros del bosque.
 El texto de López Vilar aborda la problemática de lo extraño o lo extranjero, no sólo desde el punto de vista de lo geográfico, sino de lo lingüístico, con lo que ello supone para la comprensión e interpretación de la realidad del sujeto poético. Decir y comprender en otra lengua es también sentir en esa misma otra lengua, de ahí que la presencia del bosque sea tan significativa a lo largo de todo el poemario. Desde el primer poema en prosa, titulado “La llegada”, el yo poético insiste en una búsqueda infructuosa: “Busqué los animales, sus huellas, su ligero movimiento entre las hojas. […] No. Llegué aquí un verano y pronto anochecía. No supe qué buscar”. María Zambrano, en el texto titulado “Claros del bosque”, escribe: “No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada en ellos”. Desde le momento en el que el yo lírico de López Vilar asuma la incapacidad del lenguaje aprendido para dar respuesta a las vivencias en el gran bosque, accederá en soledad a una nueva palabra, como parece decirnos el poema “La letra”: “Desde pequeña me dijeron que el mundo, este mundo que me mira y teje lentamente su nombre, era un alfabeto. Su largo decir estaría debajo de los árboles, bajo este cielo que anochece. Pongo mi oído sobre el suelo. Lento, tan lento que olvido la última vez que respiré. La primera letra es mi respiración. Como ese aire que sale camuflado, que se pierde, se diluye. Letra que no nombra. Ya no tengo mundo”. Las palabras del bosque de Zambrano son en López Vilar “palabras-minerales”, aquellas capaces de nombrar una nueva vida. 

BREVE RESEÑA DE BRANDEWIJN, DE JUAN PEREGRINA, EN EL DIARIO IDEAL





A lo largo de la historia muchos son los que han hablado alguna vez de los placeres, en concreto del alcohol, las drogas o el sexo. Sus efectos, sus virtudes, sus milagros y derrotas. Sin embargo, pocos son los que han escrito el placer mismo, contadísimos ejemplos en los que el placer se materializa en una escritura ardiente, delirante, sudorosa. No es lo mismo, por tanto, escribir sobre el alcohol que escribir el alcohol mismo. No es igual describir sus sutiles efluvios que respirarlos en la escritura/lectura. Brandewijm, nombre que recibe el brandy en holandés, es una copa tostada compuesta por diez sorbos en prosa que arañan trago a trago la sobria realidad de la costumbre. Las páginas pares ofrecen textos medidos y cuidados, recién escanciados, mientras que las impares dejan un regusto manuscrito de pasión y vida. De Literatura.