jueves, 27 de febrero de 2020

RESEÑA EN IDEAL DE UN PARÍSO DE ORINES, DE GSÚS BONILLA


PARA SOBREVIVIR

Cuando ni es inspiración ni hobby, la escritura es una condena. Hay un fragmento en las Correspondencia entre Hermann Hesse y Stefan Zweig difícil de olvidar. Zweig escribe el 1 de noviembre de 1903 que “Paso cada vez más tiempo soñando. La creación se convierte en un tormento”. Diez días después contesta Hesse: “En un principio, a partir de esa miseria, y de la enorme dificultad a la hora de crear (cada palabra me produce un tormento), no conozco otra salida que el intento de expresar esa misma miseria”. Desde luego no han sido ni los primeros ni los últimos en dar cuenta de los dolores de la escritura, basta con recordar a Kafka. Quizás esta crudeza resulte chocante en tiempos como el nuestro, idiotizado por los medios y arrasado por la estupidez y la feliz banalidad.
La voz poética de Gsús Bonilla se articula como el alarido de lo insignificante para la ideología capitalista. Es de las migajas sobrantes de la interminable fiesta neoliberal desde donde el yo poético puede desplegar una palabra que, a pesar del dolor y el desamparo, se alza vivaz y esperanzadora. Es más, la realidad del sufrimiento, su carnalidad, son las que posibilitan una respuesta poética combativa y concienciada. Poesía para la supervivencia.


https://www.ideal.es/culturas/libros/analisis-semanal-novedades-20200222005227-nt.html 



viernes, 21 de febrero de 2020

RESEÑA DE RUTINA DE VOLAR, DE ANTONIO REVERT, EN IDEAL

Desde su primer libro, Diego contra la oscuridad (2014), la poesía de Antonio Revert Lázaro se despliega como un ejercicio constante de indagación a través de las grietas que el sistema de vida neoliberal que nos produce y que nos arrasa genera en sus propias estructuras internas. Por eso, en este Rutina de volar (2019), el tercero de los libros del autor, la figura del poeta es definida como “persona que se aloja en cierta búsqueda”. 
Buscar se convierte en la clave de un quehacer lírico comprometido con la historia y con la condición del ser humano contemporáneo, una tarea que no encuentra finalización satisfactoria. La escritura deviene así en arqueología constante hacia el abismo, en labor contradictoria, agotadora. Si para Juan Ramón Jiménez el poeta era un ser condenado a nombrar, para Stefan Zweig la creación llegó a convertirse en un tormento porque, posiblemente, la búsqueda del sentido no pueda ser más que eso, una búsqueda constante en donde el éxito no está garantizado. De ahí que en el poema “En esta casa”, la voz poética diga: “Yo, / cada noche / escribiendo poemas, / intentando sacudirme así / millones de palabras de mi mente / que quieren robaros los silencios”, o en el poema “Idiomas”, cuando leemos: “Cómo tocar la luz, / si mi pies están llenos de palabras”.
            La retórica de lo aéreo es evidente desde el mismo título, pero no se trataría solo  de una elevación física, sino también ética y estética. Bachelard señalaba a propósito del vuelo que se trataba del más elevado logro moral. Toda valoración es una verticalización en el sentido de que la valoración vertical es tan esencial que el espíritu no puede desviarse de ella si ya ha reconocido su sentido inmediato y directo. Para el francés no se puede prescindir del eje vertical para expresar los valores morales, puesto que el camino que debe recorrer toda persona es el de la ascensión. Por eso Rutina de volar está plagado de jacarandas, hidroaviones, gaviotas, brumas, gorriones, ruiseñores, súbitos vientos y cielos negros. Así, en el poema “Happy End” podemos leer: “Tú, sentada en lo alto / conversabas con un eucalipto. […] / Ayúdame a ascender”. Esta petición de ayuda marcará desde el principio el tono de un libro que discurre en cada una de sus partes (“PLANTEAMIENTO”, “NUDO”, “DESENLACE”, “UN POEMA A MODO DE EPÍLOGO”) como discurso amoroso y como materialización de una ética del cuidado que mira constantemente hacia los otros, hacia los seres humanos, los animales y los entornos naturales. “Aletea así, / que yo te vea. / Ríe, / ríe siempre; / que yo cuido – entretanto – tus ovejas”. Así la rutina de querer. Así la de volar. 

RESEÑA EN IDEAL DE EL FRÍO PROLETARIO, DE ISABEL PÉREZ MONTALBÁN

Isabel Pérez Montalbán, considerada una de las voces más significativas de la poesía de la conciencia crítica, siempre ha manifestado que entre las responsabilidades de un autor están la de recuperar la memoria, “nunca neutral sino contrastada”, la de cuestionar el presente y la de “aventurar un futuro y una utopía posible”. Son palabras que sirven de pórtico a la antología poética titulada El frío proletario. Antología (1992-2018), posiblemente uno de los textos más esperados por quienes han seguido la trayectoria de la poeta cordobesa en las últimas décadas. Veintiséis años de poesía que merecían la visibilización definitiva, la relectura y el acercamiento de nuevos lectores a una poética realista y comprometida, alejada de florituras o ensimismamientos, hija de su tiempo porque, como la propia autora señala de la mano de Juan Carlos Rodríguez, “la literatura es un efecto de la historia y de los individuos históricos”. Desde los primeros No es precisa la muerte (1992) o Cartas de amor a un comunista (1999) hasta los más recientes Siberia propia(2007) o Un cadáver lleno de mundo (2010), el yo poético habla desde los oprimidos, como ya señaló Alberto García-Teresa, y va construyendo su identidad sin renunciar a ciertas referencias autobiográficas que se inscriben dentro de la lucha de clases. 
            En Cartas de amor a un comunista, uno de sus textos más conocidos, Pérez Montalbán escribió que “toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de la lucha de clases”, de ahí que la mirada poética parta desde esta premisa en su lectura de la realidad. Esta manera de mirar el mundo atraviesa toda su poética y está debidamente justificada en el pórtico de la antología, “Presentación”. Junto a este referente de la realidad, para la poeta resulta imprescindible que el escritor utilice y asimile toda forma de conocimiento, es decir, no sólo el académico, sino también los muchos saberes, la conciencia del entorno y de lo oculto tras lo evidente, puesto que una de las obligaciones del artista es el compromiso de estar alerta ante la realidad propia y ajena. Hay que escribir como testigo, como cronista, partir si es preciso del sí mismo para ir al encuentro de los otros, a la materialización de la experiencia colectiva, a la construcción de un proyecto común. 
            Uno de los símbolos más importantes en la poesía de la cordobesa es el del frío, no sólo esa heladez que encarna el dolor, la explotación, la miseria o el sufrimiento de la clase obrera, sino también la conciencia gélida de la derrota que cala hasta los versos de muchos de los poemas de esta antología, porque luchar contra el orden establecido no garantiza en la mayoría de casos, la victoria.  

martes, 18 de febrero de 2020

RESEÑA DE FACCIÓN ESPAÑOLA SURREALISTA DE TENERIFE

La revista italiana Cuadernos del Hipogrifo ha publicado mi reseña sobre la edición crítica que Roberto García de Mesa ha realizado del libro Facción Española Surrealista de Tenerife, de Domingo Pérez Minik, en Ediciones Idea, 2018







En mayo 1935, la revista literaria Gaceta del Arte organizó en Santa Cruz de Tenerife la “II Exposición Internacional del Surrealismo”, la muestra más importante de la época en su género, que contó con la presencia de André Breton, Benjamin Péret y Jacqueline Lamba, invitados por la propia revista y por el Ateneo de la ciudad. Su presencia en la isla la motiva el interés que siempre manifestaron desde París por que el movimiento surrealista acogiera a creadores extranjeros entre sus filas, y el grupo ubicado en Tenerife había demostrado estar a la altura de lo exigido y deseado por Breton y compañía. Durante su estancia en el archipiélago no solo llegan a impartir cuatro conferencias, sino que también se proyectará el polémico film La edad de oro, de Buñuel y Dalí, y firmarán conjuntamente franceses y canarios un manifiesto en el número 2 del Boletín Internacional del Surrealismo: André Breton, Agustín Espinosa, Pedro García Cabrera, Domingo López Torres, Benjamin Péret, Domingo Pérez Minik y Eduardo Westerdahl (fundador y director de la revista Gaceta de Arte entre 1932 y 1936). De entre todos es Pérez Minik quien, años después, en diciembre de 1975, recién muerto el dictador Franco, publicará Facción española surrealista de Tenerife.
            Desde su aparición hasta hoy el texto se convierte en un libros fundamental para comprender el surrealismo español, si bien no ha recibido la atención que mereciera. Todavía hoy no se conoce lo suficientemente bien al grupo de Gaceta del Arte, posiblemente desenfocado tras la presencia deslumbrante de algunas individualidades de esa mal llamada “Generación del 27”, que lo mismo sirven para un roto que para un descosido. Por eso esta edición crítica de Roberto García de Mesa, la primera que se realiza sobre la Facción…, resulta tan pertinente.
            García de Mesa destaca en su estudio preliminar la imprescindible labor que realizó Domingo Pérez Minik contra el olvido de nombres y obras que barrería el franquismo del panorama literario español. No se trata sólo de un trabajo de reconstrucción de la memoria histórica, sino también de conexión de una literatura producida en el archipiélago canario con, digamos, el canon de la literatura universal, en un tiempo en el que España se había cerrado a cualquier corriente cultural de procedencia extrajera. El libro supone la reivindicación de una nómina de autores españoles que acapararon la atención de los surrealistas franceses por encima de muchos otros que son hoy considerados como tales.
            Además del estudio preliminar y de un considerable aparato bibliográfico, imprescindible para el estudio del surrealismo en nuestro país, García de Mesa ofrece la edición anotada del texto original, sus diecisiete capítulos y la valiosísima antología poética, también original, que recoge los poemas de Agustín Espinosa, Pedro García Cabrera, Eduardo Westerdahl, Emeterio Gutiérrez Albelo, Domingo López Torres, Juan Ismael González y José María de la Rosa.

http://www.revistaelhipogrifo.com/wp-content/uploads/2020/02/118-119.pdf

RESEÑA DE MOBILIARIO BÁSICO, DE ANTONIO REVERT

Este es el texto que leí en la divertidísima presentación de este libro del poeta Antonio Revert

Una primera consideración para empezar de las muchas posibles que podríamos plantear a propósito del texto que tratamos. La pregunta definitiva, la más relevante, o si se quiere, la auténtica experiencia literaria es la pregunta por cómo vivimos, que decía Tabarovsky (2010: 163) Cuáles son nuestras condiciones de vida, cómo es nuestra relación con los demás, qué espacios habitamos, cómo nos condiciona el tiempo que vivimos, cómo el poder determina nuestras prácticas vitales, nuestro amor, nuestra sexualidad, nuestra libertad y nuestra palabra y cómo le hacemos frente a la palabra del poder. Son distintas las respuestas que podemos darle a la pregunta, según el lugar desde donde respondamos, puesto que siempre se escribe y se dice para algo, es decir, que la escritura puede convertirse en un instrumento para el cambio y, sobre todo, siempre muestra el posicionamiento político de quien escribe (García-Teresa, 2017: 17-48 ). 
Es absolutamente imprescindible tener en cuenta que nadie se encuentra descomprometido (aunque diga no creer en el compromiso) puesto que nadie escribe desde el vacío, sino desde un lleno histórico radical, desde un inconsciente ideológico sobre sí mismo, el mundo y la escritura, como siempre defendió Juan Carlos Rodríguez (Voces del extremo, 2008: 18). Si tenemos en cuenta que un poema es responsable tanto de lo que dice como de lo que calla, como señala Maeso (2017), habría que plantearse, por ejemplo, qué dice y qué calla hoy gran parte de la poesía que se publica en España. El planteamiento nos llevaría demasiado tiempo.
 Quizá en otra ocasión, porque ahora necesitamos una segunda consideración, siguiendo la argumentación que habíamos establecido hace un momento. Escribir hoy un libro de poemas supone asumir que el discurso que lo articula lo sitúa en los márgenes, en el extremo, en la frontera de la comunicación y del lenguaje. La razón neoliberal, la racionalidad mercadotécnica que arrasa nuestro pensamiento y nuestra forma de vida y que se formula y extiende desde los medios de comunicación de masas se materializa en esas nuevas subjetividades que han hecho del discurso de lo útil, de la productividad y de la competitividad el único argumento relevante de la vida. También el único argumento de la literatura. Sin embargo esa dialéctica de lo útil frente a lo inútil, tanto para quienes celebran la inutilidad del discurso poético como para quienes defiende la utilidad de cualquier práctica literaria distorsiona, desenfoca y desorienta porque los términos del problema no son útil/ inútil, sino necesidad, mostrar la necesidad de la continuidad del sentido, como defendía Fernández de la Torre. 
Esa construcción de sentido es la que posibilita al yo lírico decir, en el poema VISIONES ETÍLICAS (I): “Como si escribir buenos poemas / no fuera una cuestión de ser / aún el niño que yo era, / para que lo que salga de mi pluma / pueda ser “verdad” como un río. / Algo de toda la verdad de mi perra, / de la mirada transparente de mi hijo, / para así encender aún un fósforo último / y no ahogarme, / y seguir creyendo, / mientras me sirvo otro JB con coca-cola”.
  Construir, pues, sentido o darle sentido a una práctica vital y poética que se articula también como un hacer en un tiempo específico, histórico. La poesía no es algo que se tiene, sino algo que se hace (Juan Carlos Rodríguez, 1999: 213), que se produce y se construye a través del lenguaje cotidiano, siempre viciado y comprado por el uso diario como mercancía tanto de hombres como de mujeres, de ahí que sea tan importante el ejercicio de indagación en lo cercano, esa práctica poética de indagación y desvelamiento. Y no hay nada más cercano para la voz poética que su propia casa, que como decía Bachelard, no es otra cosa que el símbolo de la propia vida. El hogar como espacio habitado y amueblado de recuerdos, palabras, seguridades y miedos. Así, Mobiliario básico cuenta con una estructura bipartita perfectamente equilibrada, “Muebles de interior” (con 28 poemas) y “Muebles de exterior” (con otros 25). En la primera parte, el sujeto poético rememora la infancia a través de una serie de textos en los que el recuerdo funciona como configurador de identidades. Los poemas abundan en localizaciones y tiempos, confirmando así que los poemas son espacios de la memoria y que es la rememoración a través de la escritura la que posibilitará la voz del sujeto poético ahora y en la segunda parte. Esta materialización del espacio-tiempo de la experiencia es muy significativa a lo largo de toda esta primera sección: la ciudad (Alicante), la familia, el verano, el colegio-cárcel, etc., y lo es porque justifican la mirada que se desplegará en ese “Muebles de exterior”, es decir, son poemas-eslabones que conectan tiempos distintos y a través de los cuales asistimos a la formación de una voz firme, comprometida y humanística, cuyo origen está en ese verano ya perdido para siempre, en las ruinas acumuladas en la mirada, en las tareas escolares cercenadoras de libertad. De ahí que esta primera parte se abra y se cierre con sendos poemas sobre el dolor del mundo, del que sabremos mucho en la segunda. La tarea del poeta, en palabras de Ingeborg Bachmann, consiste, o debería consistir, en no negar el dolor. Y no negarlo supone alzar la voz en defensa de la verdad y contra la mentira. El poema PARALELOGRAMOS lee así: “Subirse a un tren. / Abrir un álbum de fotos antiguas. // Una ventana. / Una fotografía// Todo el dolor / dentro de un rectángulo”. En CUANDO SEAS MAYOR LO ENTENDERÁS, lee la voz poética: “Ante un niño / ladrillos idénticos/ de idéntica leyenda: / “Ahora de niño no lo comprenderás / ya lo entenderás cuando seas mayor”. // Pasan los años, / se apelmazan, / sobreviene un muro, / eres mayor, / es tarde ya para preguntar. / Nadie recuerda ya ni las preguntas. / Nadie recogió a aquel niño del colegio. // Cristalizado el dolor, / solidificado el gesto, / enterrada la luz de la duda, / se impone el frío: / un edificio por cada ser humano, / por cada niño acallado, / por cada aplazamiento del abrazo. // Hay una explicación pendiente, / sí, por cada mujer, / por cada hombre. / Un aullido que nadie escuchó. // Ahora no entiendes, / cuando seas mayor tampoco. // Miro las olas romper, / lentamente respiro, / todo está por silenciar”.
Los poemas de la primera parte prefiguran los de la segunda, y por eso resulta clave el poema-profecía RELACIONES ENTRE ADULTOS, que lee de esta manera: “Una piscina en agosto / llena de niños heridos / que se dan codazos / chillan / ríen / ajenos / al drama”. Drama que va a describirse y desplegarse en “Muebles de exterior”. 
En Microfísica del poder escribía Foucault (1979: 89) sobre las relaciones entre el poder y el saber y apuntaba lo siguiente: “Cuando pienso en la mecánica del poder, pienso en su forma capilar de existencia, en el punto en que el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana”. 
Quizá sea hoy más necesario que nunca señalar que el mundo en el que vivimos es un mundo de palabras que ya están dadas, palabras que expresan el poder y el sistema que domina, el capitalismo (Casado, 2004: 128). Veámoslo en el poema con el que abre esta segunda parte, titulado AVANCES HUMANOS: “Por mucho cemento / al que se vea conducido / el día a día de mi perra, / siempre hallará un minúsculo parterre, / una esquina de un parque diminuto / o siquiera un triste descampado / que le ate bien a la tierra. // Son habilidades perdidas por nosotros / en el camino hacia el progreso, / según dicen”. Este “según dicen”, este dominio o esta victoria se lleva a cabo mediante un movimiento de normalización que consiste en la defensa de su propio discurso como único posible, hasta el punto de que hemos creído que el sistema de producción capitalista es inherente a la naturaleza humana, que nacer capitalistas es una cuestión de amor y biología. Esta racionalidad mercadotécnica o tardo-moderna, además, ha sido capaz de desactivar y de apropiarse de conceptos básicos como libertad, sujeto, democracia, medio ambiente, mujer, cultura, sexo y tantos otros que formaron parte de discursos liberadores en el pasado y que, de forma casi imperceptible, han pasado a formar parte de las narraciones y construcciones propias de la lógica, hoy, neoliberal. Con una visión cargada de ironía el poema PAPÁ, ¿QUÉ ES EL LIBERALISMO ECONÓMICO? pone el dedo en la llaga en este sentido: “busca tú la respuesta hijo apáñatelas hoy en día todos podemos acceder al conocimiento en igualdad de condiciones no me pidas ayuda si no logras saberlo será porque no te esforzaste lo suficiente capaz eres hasta de pedirme subvención a ver si vas a ser de izquierdas y por eso quieres que te lo den todo hecho tienes que ver este vídeo de Youtube que hizo Nestlé para que lo entiendas persigue tus sueños mira por ejemplo a Amancio Ortega que empezó desde abajo ojalá seas emprendedor como tu padre a mí nadie me regaló nada me voy a trabajar haz la tarea ya la chica te baña y te acuesta”.
Como hemos dicho más arriba, este tipo de racionalidad determina un tipo específico de subjetividad, esa competitividad, ese utilitarismo de todos los aspectos de la vida. Y hay que tener muy presente que, siguiendo la cita que hemos leído de Foucault, la acción de los gobiernos (aquello que denominó racionalidad gubernamental) no se limita solo al control económico y político, sino también a la introducción del poder y el control en la vida de los individuos y en sus propios cuerpos, de ahí que la lucha contra el neoliberalismo se deba llevar a cabo también  desde el terreno de la subjetividad, que es el propio de la literatura, y por eso la relevancia de este Mobiliario básico. Otro de los poemas más significativos es LA LLAVE DE LA CULPA, en donde el yo poético, ácidamente, describe a la perfección los tentáculos del poder y sus impregnaciones ideológicas: “Cuando accionan la llave de la culpa / en una sociedad aterrada, / una finísima lluvia ácida / humedece los tejados / de pueblos y ciudades. // Así crecen los casos / de artrosis ideológica, / mientras vuelan las aves / sobre las fábricas cerradas, / y nadie salió con paraguas / a hacer la cola de la beneficencia. // Se escribe la historia de los pobres / con la misma tinta del oprobio, siglo tras siglo. / Lobos del miedo riendo, / antiguos señores feudales / resucitando dulcemente; / niños desnutridos a la vuelta de la esquina. // Son viejos jinetes entablillados / a putrefactos caballos también sometidos. / Canciones que suenan a Réquiem / por más notas agudas que incorporen / y aunque la orquesta del Telediario / practique ficticias felicidades de almíbar / coqueteando con acordes en tono mayor. // Se ha perdido la batalla. / Menos mal que ganamos el Mundial de fútbol”.
Se trata de un texto clave por dos cuestiones. En primer lugar, porque ejemplifica a la perfección, como nos enseñó Naomi Klein (2016), los efectos del shock producidos por el llamado capitalismo del desastre, es decir, aquel que dirige ataques organizados y planificados contra las instituciones y los bienes públicos, y que necesita, para hacerlos efectivos, generar Estados de excepción psicológicos en donde la población se encuentre aterrorizada, hasta el punto de que ya no es dueña de sus propias facultades. Y en segundo lugar, porque el final del poema no puede ser más esclarecedor para justificar esa  condición póstuma de la que habla Marina Garcés (2017), como ocurre, además, a lo largo de estos “Muebles de exterior”.  La condición póstuma es aquella en la que el sujeto utilitarista y controlado vive en el tiempo de la inminencia, cuando todo puede cambiar de forma radical o acabarse definitivamente. Inmanencia que se materializa, por un lado, en la conciencia de que la situación presente no puede continuar sin colapsar y, por otro, en una experiencia común del límite de lo que Garcés denomina “lo vivible”, esto es, la imposibilidad de que el propio sujeto pueda ocuparse e intervenir en las propias condiciones de vida. Porque este será el nuevo relato que cale desde la condición póstuma, el de la destrucción irreversible de las condiciones de nuestra existencia. Leamos LA CULTURA DEL TERROR: “No perdemos la libertad ahora. / La libertad se perdió ya / con la última hipoteca / del último mileurista. // Ahora los sueldos / son ya de seiscientos euros, / y la libertad / ya es sólo una palabra / que sale en viejas canciones / cantadas en reuniones con amigos. // Un souvenir lleno de polvo / de un viaje de dignidad que no hicimos / hacia los adoquines de la calle / que pisaron con fuerza nuestros abuelos / para hacer brotar nuestros derechos. // Una batalla hermosa / que perdimos sin apenas gritar, / noqueados por la luz / de nuestros televisores”. 
Lo sabemos todo pero no podemos nada, y no podemos porque el poder desactiva colectividades y enfrenta a los individuos los unos con los otros. La educación, el saber y la ciencia se van hundiendo en el solucionismo (solo se salvan si aportan soluciones laborales, soluciones técnicas y soluciones económicas) hasta el punto de que será el propio sujeto el que renuncie a ser mejor y se afane únicamente en obtener más y mejores beneficios, de ahí el texto PALOMAS, PISCINA Y DAÑOS COLATERALES, un poema en tres actos, cuyos versos finales leen: “Al final de todo, / lo que de verdad nos lastima, / lo que nos quiebra bien adentro, / es no tener una piscina más grande, / no ser los dueños del zoológico. // Por un buen precio / abatiríamos plácidas palomas, / mataríamos delfines / con nuestras propias manos, / por un buen precio”. 
Dijo Bourdieu que la responsabilidad del poeta es la de hacer existir lo que dice, producirlo en voluntad y abundancia para la vida. El discurso poético de Antonio Revert sigue la estela de lo que siempre han defendido Jorge Riechmann, Antonio Orihuela y la corriente poética de la conciencia crítica. En un mundo de atrocidades y desigualdad, insistir en el carácter de normalidad de las cosas raya en el fascismo, por eso es tan importante la desprogramación. La del poeta debe ser una conciencia atenta, vigilante y comprometida con la verdad. El empuje del neoliberalismo tiende a reducir la inteligencia, el ingenio, la expresividad y la rebelión creativa, de ahí que sea necesario tanto un nuevo lenguaje, como la formulación de nuevas preguntas.
La literatura es una forma de pensar el mundo  y, aunque es eso lo que asegura su autonomía, no debemos olvidar que está en estrecha relación con la realidad en la que surge y con otros tipos y formas de discurso con los que coincide en el tiempo y a los que considera y juzga según su propio criterio. Aunque el poeta sea consciente de que la poesía por sí sola no va a cambiar el mundo, el texto poético sí tiene la capacidad de transformar a las personas, que son las que pueden posibilitar el cambio necesario. Por eso para Antonio Revert escribir será siempre hacerlo desde un lugar, desde una posición ideológica concreta, en este caso desde abajo, desde el conflicto, la explotación, la injusticia y la lucha de clases, a partir de una práctica de iluminación y desvelamiento de sentidos porque, como sostiene De Vicente Hernando (2003: 27), no hay un mundo originario ni doble. Desvelar el mundo quiere decir hacerlo visible en su estructura histórica, pero también en su contingencia. De ahí la relevancia y la necesidad de un libro como Mobiliario básico.

RESEÑA DE DIEZ AÑOS DE SOL Y EDAD, DE BEGOÑA ABAD

Con motivo de la participación de Begoña Abad en Voces del Extremo Tenerife, la poeta presentó en Librería de Mujeres su antología, que tuve el gusto de reseñar. Este es el germen del libro que, en 2019, he publicado sobre la poeta






Hay unos versos decisivos del libro Estoy poeta que, quizá, contengan la esencia de la poesía de Begoña Abad, y lo apuntamos así porque plantean la cuestión del propio quehacer poético como quehacer de vida, incluso como justificación y construcción de la vida misma. Los versos dicen así: “¿Y qué si sólo soy tejedora de palabras? / ¿Y qué si sólo sé amar? / ¿Y qué si paso horas / en esas dos tareas / que no venden / pero dan cobijo?”. Un poema que, inevitablemente, recuerda aquellas palabras lúcidas de Philip Roth cuando decía que “El lenguaje es vida. ¿Hay menos vida en dar vueltas a las frases que en fabricar automóviles? ¿Hay menos vida en leer Al faro que en ordeñar una vaca o lanzar una granada de mano?”.
            Estos versos de Abad están, además, directamente conectados con las citas que abren la antología Diez años de sol y edad: Whitman, Cohen, Kierkegaard y Borges, una especie de constelación semántica que se irá elaborando en poemas sucesivos, en objetos discursivos en los que leer-mirar y enunciar-nombrar se combinarán con lo visible de una escritura del tiempo, de lo femenino, de la otredad, del amor y del compromiso. Quizá la cita de Whitman sea la más relevante (“Esto no es un libro, quien lo hojea toca a un hombre”) puesto que nunca se escribe para encontrar una respuesta, sino para plantear la pregunta fundamental de ¿quién soy yo?, es decir, escribir para construir o mejor, escribirse para construirse. 
            Sin embargo, y aunque no de manera explícita en ninguna nota, pero sí en un título que da suficientes pistas, el latido de fondo de García Márquez y sus Cien años de soledad marca un ritmo lento, pausado, apenas perceptible pero constante. Señalaremos solamente dos momentos de la novela que son básicos para nosotros. El conocido comienzo: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo […]. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo".” Se recuerda una lejana tarde en la que se conoce por primera vez, se aprende por vez primera, y además es todo tan nuevo que no existen aún las palabras necesarias para mencionar las realidades nuevas. Es un tema recurrente en la poesía de Begoña Abad (sobre todo en los libros Begoña en ciernes (2006) y Cómo aprender a volar (2012)) el del aprendizaje, el del descubrimiento de una realidad distinta a la conocida o transmitida por generaciones anteriores, como en el poema: “Nací para aprender / y saberlo me mantiene / humildemente feliz / y eternamente asombrada”, o en los versos de otro texto, “Lo otro”, cuando escribe: “Muchos años después, sin pretenderlo, / encontraba, perfectamente ordenadas, / aquellas letras que acudían a mi boca / igual que la letanía de prohibiciones, / miedos y tabúes que me grabaron”, o los decisivos “No necesitas sino de ti, para aprenderlo, / pero yo te lo repetiré cada noche / para que no lo olvides”.
            El segundo momento de Cien años de soledad es justo el final de la novela: “Entonces empezó el viento, tibio, incipiente, lleno de voces del pasado, de murmullos de geranios antiguos, de suspiros desengañados anteriores a las nostalgias más tenaces”, puesto que toda la obra de Begoña Abad está repleta de esos ecos de otro tiempo, de esas voces del pasado, de la abuela, de la madre, de las bosquihembras, del otro. Cómo no intuir a Úrsula Iguarán en un rincón, conocedora de tantas historias, de tantas palabras, de tanto amor y tanto sufrimiento. Estos y muchos otros elementos de la novela (los árboles, la erótica del cuerpo y la palabra, el vuelo hacia la luz, el cielo y la mujer) ayudan a configurar un espacio poético o de belleza que, además, no se resigna en un discurso de la significación ‘segura’, sino que va configurando un ‘saber’ en el que mirar-enunciar-nombrar se convierte en una obsesión, puesto que, como escribió Juan Ramón, “El poeta es un condenado a nombrar”, por eso escribe Abad “que no hay día que no te nombre / cada vez que pronuncio palabras esenciales: / pan, agua, caricia, mano, risa, beso, luciérnaga, niño, silencio…”.

            Ese saber que se configura, por tanto, en el mirar-enunciar-nombrar determina toda la poética de Begoña Abad y se va construyendo/buscando a través de cada uno de sus libros. Ya en el primero de los aquí antologados, Begoña en ciernes, lo que se aprende a solas se contrapone a lo aprendido en la niñez, bien a través de la institución escolar, bien a través de la familia, con un matiz decisivo, esto es, las cosas que sirven para andar por la vida se aprenden a solas, de ahí la importancia de los poemas “Orden” y “Ensalada”. Es una soledad, además, que seguirá presente en libros venideros, como en Palabras para esta guerra (2013), y que es clave para entender la propia existencia del yo poético, puesto que, como decía María Zambrano, escribir es defender la soledad en la que se está. Por eso, “Si quieres acompañarme”, escribe Abad, habrás de tener en cuenta que “mi soledad va conmigo a todas partes”. Soledad que se articula como espacio propio, como reino de lo íntimo que se metaforiza en el rico imaginario de la cocina y la alimentación como señas de lo cotidiano, de un lugar de memoria, por ejemplo en el libro Cómo aprender a volar (2012) y en los versos “Templar al punto los deseos, / desalar perfectamente la impaciencia, / hervir la esperanza con los granos de fe / y darle el punto exacto a la crema de amor. / Cualquier día de estos / confundo las recetas / con las que preparo una cita contigo” o en el libro La medida de mi madre (2008), cuando escribe el poema que comienza “Mientras pelo cebollas que me ahogan / en un llanto sin sentido ni duelo, / voy repasando el hilo que me conduce a ti”. Porque si en los fogones y calderos puede Teresa de Jesús encontrar a su dios, entre las cacerolas, las cucharas, las ensaladas, los arroces y los guisos el yo poético de los poemas de Begoña Abad es capaz de trascender lo material y lo presente y alzarse en un vuelo imparable hacia la memoria, hacia el amor, hacia la luz y hacia lo humano. Es desde esa cotidianidad, desde el discurso de lo humilde, desde la casa que se habita y a la que siempre se vuelve, del conocimiento de las pequeñas cosas desde donde es posible releer el mundo, reinterpretar la tradición, cambiar dioses por diosas y afirmar que “y entonces tendrás que saber / que los príncipes azules no existen / y que las diosas no tienen dueño”. Porque además es básico señalar la importancia del espacio-casa, como ya señalara Bachelard en su Poética del espacio. Ese rincón del mundo que se erige como un cosmos, capaz de integrar los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre. 
            El vuelo es un símbolo muy presente en libros como Cómo aprendí a volarMusarañas azules en Babilonia(2013), Palabras para esta guerra (2013) o A la izquierda del padre (2014) que sirve de contrapunto a lo que hemos dicho hace un momento, puesto que si el yo poético de libros anteriores se aferraba a la materialidad de las cosas, a la delimitación de los espacios, ahora tendrá la oportunidad de romper cualquier tipo de cadena, y así: “A los cincuenta me nacieron alas. / Dejaron de pesarme los senos / y los pensamientos que cargaba desde niña. / A las alas les enseñé a volar / desde mi mente que había volado siempre, / y comprobé desde el aire / que mientras yo anduve dormida tantos años / alguien trabajaba afanosamente / recogiendo plumas para hacer esas alas. / Tuve suerte de que cuando estuvieron hechas / me encontraron despierta en el reparto”, o los versos de otro poema, tan definitorios: “Pero yo sé que soy hormiga alada / y que lo que brilla es luz / y que sólo se puede ver alzando el vuelo”. Quizá, frente a esa poética de los espacios cotidianos asistamos en un gran número de poemas a otra poética de lo aéreo, tan conectada con la ensoñación y con el reino de lo onírico, como dijo también Bachelard en su El aire y los sueños, y por eso, escribe Abad, “Cada vez que intento alzar el vuelo / tengo que soltarme las ataduras / de quienes dicen quererme / y me atan con sus miedos. / Como mucho, me quieren como paloma mensajera, / de ida y vuelta, / pero yo sueño con ser aire”, de ahí que, como escribe en otro poema, “Podría haber nacido pez, / pero nací luz y aire, / ambas cosas / para acudir siempre a tu encuentro”.
            Los versos del poema “Desobedecer”, en el libro A la izquierda del padre (2014) se tornan igualmente significativos en tanto en cuanto materializan una de las motivaciones fundamentales de la poética de Begoña Abad. Se hable desde la infancia, desde la madurez, desde el aire o desde los bosques, su poesía se articula como cuestionamiento de la realidad circundante, por eso el yo poético se construye como yo que cuestiona, que pone en tela de juicio las verdades heredadas, las identidades transmitidas, los tópicos del amor o de la feminidad, capaz de abrir nuevos espacios para la reflexión poética. Dicen los versos: “Desobedecer con la terca humildad / del que no tiene argumento intelectual que lo defienda / pero tiene el sentido primitivo de lo justo”, porque la realidad no es otra cosa que un constructo social, condicionada en cada momento histórico por la correlación de fuerzas existente respecto a la capacidad de nombrar, que decía Bértolo. Hay unos versos de Celan que resultan imposibles de obviar aquí: “ la realidad no está dada, la realidad exige que se busque y se logre”. En consecuencia, esa realidad aparecerá como un campo de fuerzas ocupado, tanto por el constructo dominante como por aquellos otros constructos que combaten contra su posición hegemónica, si bien es rasgo de la realidad dominante tender a presentarse como única realidad real. De ahí que un libro como Palabras para esta guerra (2013) sea tan importante, puesto que la batalla es, a fin de cuentas, siempre lingüística. 
            Y así cobran cada vez más protagonismo las geniales palabras que Carroll pone en boca de Humpty Dumpty, eso es, lo importante no es lo que las palabras significan, sino saber quién es el que manda, porque, aunque parezca evidente, ni la cultura ni la poesía son inocentes. El mundo en que vivimos es un mundo de palabras que ya están dadas y que, como señala Miguel Casado, expresan el poder y el sistema que domina, el capital, y lo hace, además, con un doble movimiento. Por un lado sostiene y defiende su propio discurso como único posible, es decir, lo normaliza, y a la vez desactiva el significado de aquellos otros que pudieran ir en contra de los propios intereses de clase con el fin de asimilarlos. El discurso dominante se apropia, así, de conceptos como libertad, democracia, sujeto o igualdad, que pasan a formar parte de las narraciones y construcciones propias de la lógica mercantil. Por eso la cita de Cohen que señalamos antes, “Hay una grieta, una grieta en todo. Por ahí es por donde entra la luz” se vuelve ahora tan necesaria, puesto que es esta una poética que indaga en las numerosas fisuras del discurso dominante.  De ahí poemas tan decisivos como el que dedica a Jonás y la ballena, o el poema titulado “Farmacia”, “Prohibiciones” o “Nacidas a la izquierda del padre”, textos que, junto con otros muchos, buscan favorecer y construir las condiciones sociales necesarias para que los oprimidos y los sin voz puedan, alguna vez, alzarla, como podemos comprobar en numerosos poemas dedicados al otro. Poesía, pues, que no interesa como documento de subjetividad de un autor determinado, sino como conjetura acerca del mundo, como posición de realidad y como propuesta de comunicación, tal y como señalara Jorge Riechmann en su Poesía practicable.
 Desde su primer libro de poemas la posición de Begoña Abad está muy clara, y ese posicionamiento será decisivo para cualquier quehacer poético, puesto que hablar de poesía no será solamente hablar de un texto poético, sino también especificar desde dónde se escribe dicho texto y si persigue o no crear o ampliar espacios de libertad tanto para el escritor como para los lectores, porque los poemas señalan y escogen, y ese señalamiento, como escribe Enrique Falcón, presupone una elección, un ponerse a un lado que no es sino un gesto absolutamente político, es decir, que, en palabras de Juan Carlos Rodríguez, “nadie se encuentra descomprometido (aunque diga no creer en el compromiso) puesto que nadie escribe desde el vacío, sino desde un lleno histórico radical, desde un inconsciente ideológico sobre sí mismo, el mundo y la escritura”.
Los textos recogidos en Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la tierra) (2015), junto con los inéditos que la antología ofrece, abundan en las temáticas hasta este momento señaladas, con la incorporación de nuevos matices sobre la figura de la madre o del padre, de la capacidad de nombrar en ese texto tan significativo que cierra con el verso “Yo sólo soy herida que habla”, la aparición de las bosquihembras o, nuevamente, la presencia de las antepasadas y ese último texto, fundamental además para celebrar estas Voces del Extremo en Tenerife. Dice así: “Lejos de la excelencia y de la moda, / de los cánones aburridos y tristes, / escribo en sus márgenes / desvergonzadas verdades que recojo / en los bazares del pueblo, / en los lugares donde la gente se desnuda / borracha de injusticia y de asco / hasta dejarse las vergüenzas al aire. / Porque escribir me salva”.
Acercarse a la poesía de Begoña Abad es una experiencia inagotable de belleza y de sentido que nos recuerda aquellas palabras de María Zambrano: “Una palabra de verdad que por lo mismo no puede ser ni enteramente entendida ni olvidada. Una palabra para ser consumida sin que se desgaste. Y que si parte hacia arriba no se pierde de vista, y si huye hacia el confín del horizonte no se desvanece ni anega. Y que si desciende hasta esconderse entre la tierra sigue allí latiendo, como semilla. Pues que fija, quieta, no se queda, que si así quedara se quedaría muda. No es palabra que se agite en lo que dice, dice con su aleteo y todo lo que tiene ala, alas, se va, aunque no para siempre, que puede volver de la misma manera o de otra, sin dejar de ser la misma”. Así la poesía de Begoña cuando vuela, cuando se agita, cuando se acerca o cuando llena de sol la madrugada.






ENTREVISTA EN DRAGARIA A PROPÓSITO DE CAYRASCO DE FIGUEROA

TTemplo Militante. Antología poética(Editorial Academia del Hispanismo, 2017), nueva compilación de la obra del escritor grancanario Bartolomé Cairasco de Figueroa, es un intento de «situar el texto [y al autor] dentro de la tradición a la que pertenece», que en opinión de José María García Linares, profesor, escritor y antólogo de la edición, no es otra que la épica culta y religiosa de su tiempo.
Cairasco, a quien se considera «fundador de la literatura canaria», elogiado por Cervantes y Lope de Vega, y a quien algunos investigadores como José María Micó sitúan como maestro de Góngora por su dominio del verso esdrújulo, fue para García Linares «una figura importante injustamente relegada a los análisis regionalistas y periféricos, y ello lo demuestra las ediciones de su obra en su siglo y en el siguiente. Desde luego, es un maestro en el esdrújulo, sin duda alguna, y los recursos estilísticos propios del Barroco están ya en su obra perfectamente articulados. No podemos saber qué habría pasado si en Gran Canaria hubiera habido una imprenta que hubiese permitido las reediciones de la obra del canónigo… Es complicado. No es Góngora, por supuesto, ni Quevedo, pero es una figura relevante para la poesía del momento».
«UNA FIGURA IMPORTANTE INJUSTAMENTE RELEGADA A LOS ANÁLISIS REGIONALISTAS Y PERIFÉRICOS»
Esta nueva antología es también una reacción frente a las visiones «sesgadas» que hasta la fecha se han hecho de Templo Militante (una obra monumental de unos 120.000 versos), «impidiendo la justa valoración de su trabajo». «La novedad con respecto a ediciones anteriores es que ponemos su poesía en conexión con el género del Flos sanctorum renacentista y con la épica culta de la época, demostrando el profundo conocimiento que Cairasco tenía de la tradición poética, tanto española como italiana», señala el antólogo.
Otro de los objetivos de este volumen es destacar las relaciones, «hasta la fecha ligeramente apuntadas», entre Templo Militante y el Flos Sanctorum de Alonso de Villegas, «al igual que la demostración de que este texto funciona como herramienta ideológica contrarreformista, más allá de ser, como apuntara Cioranescu, una enciclopedia barroca. Es un texto religioso que se publica para combatir aquellos otros textos de ficción que permitían a los lectores la evasión y el divertimento, es decir, la libertad en el pensar», según García Linares.

EL GÉNERO MÁS EXITOSO

Este combate contra la «libertad de pensar» no es, sin embargo, un rasgo fundamentalista en la personalidad de Cairasco —«el horizonte ideológico contrarreformista no permitía concebir esto así»—, aclara el editor: «Esa idea de herramienta ideológica contrarreformista la desarrollo en el estudio introductorio, pero básicamente parto de la idea de que el texto de Cairasco, escrito y publicado por un clérigo, sale para enfrentar un tipo de publicaciones, las llamadas de entretenimiento, que ya por la época empezaban a abundar. El control ideológico de la Contrarreforma es básico, y la jerarquía no podía permitir el libre pensar, al menos aquí en España. Por eso nuestro poeta toma la forma del género más exitoso que había en ese momento, la épica, y por eso recurre a los santos, modelos de conducta heroicos, sobradamente conocidos por sus conciudadanos. En el Prólogo al lector que incluyo en la edición se puede ver muy bien esto».
«LOS MISMOS ELEMENTOS QUE SE USAN PARA ELOGIAR LOS POEMAS ÉPICOS RELIGIOSOS POSTERIORES YA ESTÁN EN SU OBRA »
El libro, que se estructura en cinco bloques —Introducción, Criterios de edición, Bibliografía, Templo Militante(la antología) y Colofón— ofrece una muestra de distintas vidas de santos, de capítulos de la vida de Cristo o María, «todas escritas como si de un poema épico se tratara en donde la clave está en la continua lucha entre la luz y la oscuridad. Los mismos elementos que se utilizan para elogiar los poemas épicos religiosos más conocidos y posteriores (digamos La Cristiada, de Diego de Hojeda, o el Poema heroico a Cristo Resucitado, de Quevedo) ya están en la obra de Cairasco», explica García Linares.

TEXTOS «SESGADOS»

José María García Linares
José María García Linares, editor de ‘Templo Militante. Antología poética’ (Foto: Salva Ramírez).
«Una de las cosas que me parecían más importantes era mostrar los cantos como lo que son, es decir, cantos épicos, narrativos. Las antologías hasta este momento mostraban pedazos de cantos, pero no nos decían qué había antes, es decir, aparecían textos sesgados. En mi edición respeto la línea narrativa, de ahí que la edición sea tan larga. Además, aviso en cada momento de la ausencia de fragmentos (por ejemplo, de octavas repetitivas). Para mí es fundamental situar el texto dentro de la tradición a la que pertenece, y esto no se ha hecho hasta la fecha con suficiente detalle por la defenestración que sufrió el género épico en los últimos siglos. Además, demuestro (más allá de coincidencias, como dicen algunos investigadores) que nuestro canónigo sigue a pies juntillas el santoral de Alonso de Villegas. Lo adapta al verso y en mi edición recojo los fragmentos originales de de Villegas para demostrarlo», argumenta el antólogo.
«A Cairasco se lo ha leído como el autor de un gran poema, el Templo Militante que, dice la crítica, es una gran enciclopedia barroca. No, no es eso. Es otra cosa. Que luego hable de muchísimos temas lo acepto, pero desde la conciencia absoluta del género al que pertenecen sus versos», señala.
«Estoy convencido de que la obra del poeta grancanario es fundamental como bisagra entre el XVI y el XVII, y que contar con una edición crítica de la totalidad de su obra (hasta ahora no hay ninguna) sigue siendo una cuenta pendiente», concluye.
José María García Linares es profesor de Enseñanza Secundaria y doctor por la Universidad de Granada. Parte de su trabajo crítico está publicado en revistas como Álabe, Tonos, CLIJ o Elvira. Es autor de los poemarios Oposiciones a desencuentro(Dauro, 2007), Neverland (Zumaya, 2010), Novela Negra (Devenir, 2013), Muros (Accésit del XXXI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, Playa de Ákaba, 2014) y El Salón Barney. Antología de poesía española contemporánea publicada en la red (Playa de Ákaba, 2014).

RESEÑA DE PALABRA ILUMINADA

José Sarria reseña Palabra Iluminada en el diario Ideal y en La Luz Cultural



CANTAR LA PALABRA ILUMINADA

La genuina vocación de todo poeta está al servicio del establecimiento de la educación sentimental de su tiempo, de la construcción de una subjetividad encaminada a la reconquista permanente del ser, sin dejarse vencer por una sociedad volcada en el simple entretenimiento que conduce a la pérdida de la conciencia, en un mundo donde todas las ideas de la felicidad acaban delante de un escaparate, tal y como ha señalado el filósofo polaco Zygmunt Bauman.
El poeta, el verdadero poeta es, por tanto, un cultivador de grietas, aspirando a descubrir lo que está más allá del simulacro. Es lo que ha hecho José María García Linares, con un conmovedor y extraordinario poemario titulado “Palabra iluminada”, en la senda de la máxima de Hölderlin, cuando dice que: “Lo permanente lo instauran los poetas”, dispuesto a mirar, a ver, y, a más de ello, elaborar lo que observa, para, desde ahí, constituir un mundo nuevo que se erige por encima de la simple percepción epidérmica: “Solo cuando rompas la libreta / y guardes silencio / habrás comprendido al fin / la indecibilidad de los almendros”.
En un ejercicio riguroso de indagación y conflicto, de repliegue y validación permanente, sobre la base de un lirismo sereno que transcurre como “la dormida infancia / de un niño rubio en la mañana / esplendorosa del verano” de su Melilla natal, el poeta ha ido conjuntando aquella complicada dualidad de ética y estética: “soy lo que te dice este poema”, desde donde enarbolar la verdad que habita y que ha sabido “descubrir en la metáfora del tiempo”.
García Linares explora, desde su propia intimidad, como lo hace en los magníficos poemas “Sabiduría” o “Memorias”, sobre asuntos que conciernen al hombre y a su existencia: su momento histórico y la temporalidad vital, la identidad, el desconsuelo de lo arrebatado o la desvelación de los sentidos, en el recorrido que establecen los cuatro apartados que componen la obra, además de la impresionante testera con que inaugura el texto y que da nombre al poemario, para desde esa terraza contemplar el mundo, pero con otra mirada que le habilita para escribir “con voz de lluvia”.
Cuando la experiencia se hace insuficiente, es necesario apelar a la intuición: “¿Cuál es el verso, entonces, encendido? / ¿Dónde, iluminada, la metáfora?”, dirá nuestro poeta. Y, ahí, precisamente, se produce el milagro germinativo y fundante de la palabra poética que reinterpreta el mundo, desde una disímil contemplación, dignificándolo y elevándolo por la fuerza expresiva y creadora de la imaginería: “Escribo, luego existo / porque digo mi vida / y al decirla la construyo”.
Este es el territorio iniciático del poeta, su continente mágico, que se nos ofrece áureo y frutal, gracias a su prodigiosa palabra iluminada.

https://www.luzcultural.com/cantar-la-palabra-iluminada/

RESEÑA DE ENTONCES EMPEZÓ EL VIENTO EN EL PERSEGUIDOR

Covadonga García Fierro reseña Entonces empezó el viento el 29 de septiembre de 2019 en El Perseguidor, suplemento literario de Diario de Avisos:


La soledad es el punto de partida de este poemario, como también es el punto de partida de la propia vida: nacemos y morimos solos. Por mucho que nos desarrollemos en sociedad y nos relacionemos con los demás, por mucho que amemos a otra persona, nadie puede sentir las cosas como nosotros las sentimos, llegar a conocernos o a comprendernos del todo. Nadie puede percibir el mundo exactamente como nosotros lo hacemos. Esa soledad ontológica, que se impone desde el nacimiento, desde el primer momento en el que somos, en el que estamos en el mundo, es la soledad sobre la que poetiza José María García Linares.
   La escritura es, para el poeta, la única baza, la única tabla de salvación. Así, García Linares toma también una cita de María Zambrano muy reveladora para abrir el libro: “Escribir es defender la soledad en la que se está”. En efecto, la escritura da sentido a la existencia. No sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos, ni por qué tenemos que llegar y partir tan solos; pero sí tenemos con nosotros la posibilidad de cultivar la escritura, dejar una impronta de nuestra palabra en el mundo, una huella de nuestro ser. Por ello, no es casual que el primer poema de esta obra se titule “Ser palabra”, ni que contenga estos versos tan hermosos y precisos: “Soy estas palabras / ordenadas en poemas. / Una vida de papel. / Una hoja que respira.”
   El poeta reflexiona en estas páginas sobre lo que supone el veloz e irremediable paso del tiempo; el transcurso de tantas generaciones de individuos que llegan solos, se desarrollan en sociedad y mueren solos, como apunta en este bellísimo verso del poema “Campo de violetas”: Los cuerpos, derramados, se mecen en los pétalos del tiempo. Ese ciclo se repite una y otra vez, sin un aparente sentido más allá del que ofrece la escritura. Porque la escritura nos da la oportunidad de que nuestra palabra y nuestra identidad permanezcan incluso más tiempo que nosotros mismos. La escritura persiste, recoge la memoria individual y la memoria colectiva, y permite su continuación, su transmisión de una generación a la siguiente. La escritura nos sobrevive y, de alguna forma, nos hace perdurables en el tiempo, como expresa el escritor en estos versos del poema “Escritura”: Hay dentro de mí / una escritura milenaria / compuesta de visiones.”
   Con estos versos, el poeta abre también otra reflexión: como individuos que somos, ¿hasta qué punto nuestra escritura es completamente personal, genuina?, ¿hasta qué punto nuestra escritura es heredera de la tradición? Incluso nos podríamos preguntar cuántos miles o millones de personas, únicamente haciendo uso de la lengua -primero del latín, luego del castellano, finalmente de lo que hoy conocemos como lengua española-, han influido en que nuestra lengua haya llegado a nosotros tal y como lo ha hecho. Y es que las lenguas no son otra cosa que mecanismos para concretar, codificar e interpretar la realidad. Esta reflexión en torno a la propia lengua como vehículo para interpretar el mundo de una forma concreta y diferenciada está presente en algunos poemas como, por ejemplo, “Otra lengua”: “He de vivir otra lengua / para vivir otra vida.” No podemos olvidar que, además de escritor, García Linares tiene una formación eminentemente filológica.
   Así, la escritura y el hecho de poder comunicarnos a través de una lengua que nos define, nos identifica y nos hace perdurables en el tiempo se contemplan en este poemario con esperanza, como se puede observar en estos versos pertenecientes al poema “Un amor de lodo y viento”: “Cantaremos en las noches de verano / hasta agotarnos con la luz de las estrellas / porque es nuestro todo el mundo, / el mar, el cielo y la escritura.” Y es que las estrellas, el mar y el cielo son estrellas, mar y cielo porque podemos nombrarlos; las palabras son las que permiten que una realidad exista, que tome forma, que sea percibida por una comunidad de personas que comparten el idioma. Así, en un poema como “Locura familiar”, el autor transmite el mensaje de que la mejor herencia que podemos recibir son las palabras, pues el acto de nombrar es lo único genuinamente nuestro, lo que distingue a la especie humana del resto de seres vivos.
   Por otra parte, tal como apuntábamos más arriba, lo único que puede otorgar la trascendencia o la inmortalidad son las artes; en este caso, la literatura. De ahí que, en un texto como “La fórmula”, a García Linares le interese indagar en cuál es la fórmula secreta para emocionar a través de la literatura y lograr así la perdurabilidad en el tiempo: las vocales, los acentos, las palabras / que puedan arrancarte de la muerte. En la misma línea, el autor se pregunta en “El insomnio”: Si se cansa nuestra voz, / si delira la escritura, / ¿perderemos nosotros la noción / del estar y los significados / del amor, las canciones y la lluvia?
   Un aspecto que llama poderosamente la atención de este poemario es la exquisita sensibilidad con la que se aborda el tema de la memoria, tejiendo versos e imágenes preciosas como las siguientes, del poema “Oscuridad”: “A las diez la claridad es tan ligera, tan ligeros los murmullos de los tilos, / tan efímera la vida. / Son la luz, la soledad, la ligereza, / palabras que designan lo perdido”. Y es que quizá la memoria sea un “mapa de tesoros enterrados”, como reza otro bellísimo verso de “La tienda de Catarino”. Pero, incluso cuando el recuerdo es un naufragio, incluso cuando deseamos volver y no podemos, la escritura nos consuela y nos salva de la nada. Salva nuestros recuerdos y los convierte en poemas. Poemas que ya no solo pertenecen al individuo, al poeta que los ha evocado, sino que ahora pertenecen a todas las personas que se identifiquen con ellos.


   En la segunda parte del libro, Murmullo de geranios antiguos, José María García Linares utiliza el tópico literario del liber mundi, contempla el mundo como un libro que podemos leer e interpretar. Y en esa lectura, encontramos algunos de los elementos que conforman la poética del autor: el amor por la naturaleza y sus imágenes, la importancia que tienen la escritura y la poesía en particular, o la presencia de la memoria y el recuerdo, como se puede apreciar en “La lectura del mundo”: Aprendamos a leer en el silencio / el sendero irrepetible de la vida. / Los valles, los riachuelos, las cantinas, / los ojos de un amor irreparable, / el irnos por los sueños y perderlos, / el mar, la nieve, la nostalgia, / el humo de los cuerpos olvidados, / la fe en el más acá, / tus manos, la poesía (…)”.


   José María García Linares viaja a través de su escritura al origen y al final para luego volver al origen, ese origen ya casi olvidado, el momento de la fundación, siempre indagando en lo que somos, en por qué estamos aquí, para qué hemos venido, hasta cuándo podremos soportar la soledad. Mientras tanto, el poeta continúa con su rutina, tal como recoge el poema “Soledad”: “Lejos de bullicios, / solo con mi sombra, / buscando mi palabra en las palabras / y la vida en la quietud del firmamento”.

lunes, 17 de febrero de 2020

PRESENTACIÓN DE ENTONCES EMPEZÓ EL VIENTO



Encarna León presentó el 26 de julio de 2019 mi libro Entonces empezó el viento, publicado en la editorial Versátiles, nada más y nada menos que en una tarde de ponientazo en el Club Marítimo de Melilla. Dejo a continuación su texto:

Entonces empezó el viento consta de un interesante prólogo, ya mencionado y de tres apartados que se corresponden con la soledad, la palabra y Melilla, elementos que se significan a lo largo de toda la obra. Lleva una cita inicial de Fernando Pessoa que lee: “Siempre fue así mi vida, y así es como quiero que pueda ser siempre” y a continuación José María nos indica que él quiere ser: “Palabras / ordenadas en poemas, / una vida de papel. / Una hoja que respira”. Ciertamente el poeta se identifica en la escritura y la necesita para vivir y comunicarse. No se reconoce de otra manera ante la vida. Hay en los versos de este libro una constante presencia de García Márquez y sus Cien años de soledad, así como la evocación de algunos de sus personajes.
García Linares vuelve a esa nostalgia de infancia a través de los versos con los que va confeccionando poemas de encuentros y vivencias que anidan muy vivas en algunos lugares de su Melilla, lo hace desde las dos orillas, la de su infancia melillense que conforma el pasado y la orilla canaria de su realidad actual, y así escribe: ”Ya no hay ley que oprima mi memoria / ni lava que calcine aquellos sueños”. El poeta va transmitiendo sus deseos de comunicación, sus propias reflexiones personales sobre el mundo y lo que le rodea, con hermosas imágenes poéticas y originales metáforas. Algunos ejemplos: “No hay recuerdos / en las canciones de la lluvia”; “Vivir siempre es perder, / como pierde un pincel / su gota de locura” o “Sabe a verde la brisa… Con ellas va mostrando los escenarios de sus vivencias. Habla también de bazares, mareas, gaviotas, vuelos, mares, rocas…, y nos dice: “Quiero dejarte un mundo / cargado de palabras y relámpagos”.
En la primera parte podemos decir que encontramos la fuerza de la voz de José María García Linares para comunicar universos con un cromatismo de versos, expuesto mediante la palabra como vehículo de amor y conexión con la naturaleza y los hombres; deseos de construir un nuevo mundo lleno de palabras con matices que, a veces, arrastran felicidad o desolación. A lo largo de todo el poemario y más expresamente en el capítulo intermedio, “Murmullo de geranios antiguos”, se ofrece un homenaje a la palabra en sí, José María quiere permanecer en ella, quiere estar dentro del libro, de sus palabras y así se reafirma en los versos que leen: “Soy una vida de papel / una hoja que respira”. En el poema “Los manuscritos” dice: “Busco la luz o las palabras / para encender el mundo, / hacer de lo lejano una morada, / un texto oxigenado y habitable”. Y es que, efectivamente, la palabra lo es todo, es algo fundamental en toda relación y memoria. Ya lo dijo Manuel Gahete, en el preámbulo de La luz impasible. Álbum de paisajes, “[…] solo la palabra persiste tras la nada […]”, “[…] Porque la palabra salva incluso hiriendo […]”.
La tercera parte, bajo el título “Espejismos”, está dedicada a Melilla, a la infancia, memoria del autor. En su primer poema, “La Fundación”, José María expone, en un hermoso y largo poema, los orígenes de Melilla como ciudad española, una hazaña hoy olvidada por muchos. Lo hace utilizando palabras muy significativas como riscos, sirenas, galápagos, luna, barcos fondeados, débiles antorchas… También se duele del olvido de estas raíces cuando escribe: “hemos olvidado nuestro ayer”, “son los pájaros del mar / los que conocen las verdades / de los buques malheridos” o cuando afirma contundente: “Solo en el origen / se encuentra nuestra esencia”
Y para rubricar con fuerza, Entonces habló el viento, el poeta melillense nos susurra amablemente al oído y pronuncia:
“Lo que soy / es un recuerdo / que una vez /tuve de niño”.

PRESENTACIÓN DE PALABRA ILUMINADA



Presentación del poemario Palabra Iluminada, de la editorial Nazarí, en La Laguna, en abril de 2018. En la mesa un servidor junto a los poetas Guillermo de Jorge y Ramiro Rosón.

RESEÑA DE NACER PARA APRENDER, VOLAR PARA VIVIR

José Luis Morante ha reseñado en su blog uno de mis últimos ensayos, el dedicado a la poeta Begoña Abad.

APRENDIZAJE Y EXISTENCIA

   El aserto Nacer para aprender, volar para vivir, que define este estudio crítico sobre la poesía de Begoña Abad, enlaza textura biográfica y recorrido escritural, es un acierto del ensayista José María García Linares, Filólogo, Doctor por la Universidad de Granada y docente en ejercicio en la Comunidad Autónoma de Canarias. Es difícil adentrarse en los estratos poéticos de Begoña Abad (Villanasur Río de Oca, Burgos, 1952) y abstraerse del sujeto real. Al menos para mí, que conocí a la persona y su pletórica humanidad con sombrero en el evento Voces del Extremo, unas jornadas de reflexión y diálogo celebradas en Béjar, en el poderoso verano de 2009. Como ocurría con otros integrantes de aquella convocatoria, periférica y a trasmano del enfoque oficialista de la poesía actual, no tenía ningún trazo de su fisionomía literaria. Pero, según aseveraban los filósofos estoicos, el lenguaje de la verdad no requiere circunvoluciones explicativas para hacerse mediodía y claridad. Capté de inmediato la sencillez, el cálido escepticismo aliñado de ironía y su generosidad expansiva hasta el punto de que su amistad fue el mejor legado del alboroto bejarano. Un año después, propició una lectura poética de mis versos en Logroño. En unas horas de grato recuerdo conocí el quehacer laboral del Ateneo y los aledaños de un río Ebro de aguas transparentes y gélidas. También la acogedora casa de Begoña, su quehacer laboral y aquella azotea abierta, como un mirador suspendido, a los tejados de una ciudad levítica.
   Ha transcurrido una década pero la evocación del trabajo poético no ha perdido intensidad, así que inicio la lectura de Nacer para aprender, volar para vivir con la esperanza de cotejar sensaciones y pensamientos. José María García Linares abre su indagación con un paratexto plural en el que conviven María Zambrano, Antonio Revert Lázaro, Elsa López y Antonio Orihuela, un entrelazado heterodoxo. Con unas coordenadas más precisas, el prólogo aborda algunas cuestiones básicas que sobrevuelan el proceso de escritura y responden a los objetivos básicos del taller textual. La palabra está ahí, es magma y espera y quien se apresta al verso debe solventar desde qué punto de partida inicia voz en la tristura de lo cotidiano. El corpus de Begoña Abad se edita entre 2006 y 2019; sus textos se configuran “como espacios de la memoria que remiten siempre a una experiencia de duración en donde tienen cabida las representaciones del yo en lo cotidiano, en lo trascendente, en lo posible y en lo imposible”. Así sucede en su carta de presentación, la plaquette Begoña en ciernes (2006), publicada por Ediciones 4 de agosto, donde fusiona el yo existencial y el personaje del poema como si la entidad real estuviese marcada por el moldear preciso del poema; como decía María Zambrano, “las palabras sirven para descubrir el secreto del yo y comunicarlo”. Con absoluta coherencia el siguiente poemario La medida de mi madre seguía postulando como muro de cimentación el decurso vital; las cosas están ahí, a la vista y ellas gobiernan la temporalidad del protagonista que ante lo aleatorio muestra el semblante de sus estados de ánimo y la conciencia de estar desempeñando un papel siempre marcado por el discurrir. El rol femenino aporta una sensibilidad diferenciada y reconocible en presencias de enorme fuerza emotiva como la madre o la epidermis del yo en los espejos asumiendo su papel social. La tercera entrega Cómo aprender a volar ofrecía un conjunto de poemas editado por Olifante, en su colección Papeles de Trasmoz. El libro se enriquece con una introducción de Antonio Orihuela. Suena fuerte una poesía breve, directa, emotiva, sin afeites; una lírica confesional, reflexiva y dispuesta a sonar a media voz. Los versos de Begoña Abad manan desde la transparencia, breves, incisivos, como aforismos que resumen los días.
   De la abstracción del sujeto sobre las coordenadas referenciales de su naturaleza nace la cuarta entrega Musarañas azules en Babilonia donde se abren temas nuevos como el eros y la fuerza del deseo, la búsqueda palpable de la piel, y el esfuerzo por sondear comportamientos liberados de tabúes y miedos.
   Pero el yo poemático también deja un espacio al entorno, a las enseñanzas de lo cotidiano. Frente al estatismo doméstico de la conformidad en Palabras de amor para esta guerra se hace más pleno el compromiso y la denuncia, una voz ética que persiste en A la izquierda del padre donde la palabra se hace libertad y vuelo para mirar los tejados de los invisibles y los desfavorecidos. Del mismo modo, otros poemas actúan como crónica de un tiempo manifiestamente mejorable, lleno de flecos y asuntos colectivos no resueltos: los malos tratos, la violencia de género, las actitudes xenófobas, el materialismo son anotaciones de agenda que, en una sociedad individualista y miope, nunca tienen fecha de caducidad. Miradas a un mundo que parece tener narcotizada la conciencia y que se reiteran en las composiciones de Estoy poeta (o diferentes maneras de estar sobre la tierra), libro de 2015. 
   Es un tiempo de extrema fecundidad creadora donde se encadenan títulos –Diez años de sol y edad, una antología de trayecto que añade el poemario inédito HebrasEl hijo muerto, un libro CD de textos recitados, El techo de los árboles Llaves para una revolución- y presencia en antologías del momento, como las que constatan los encuentros en Voces del Extremo, o Mujeres en su tinta: Poetas españolas para el Siglo XXI y la antología Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres
   Esa aparente sencillez del itinerario creador de Begoña Abad no exime de la “responsabilidad de cuidar las palabras”, de dar a cada poema el ritmo y la cadencia precisa para que sus versos se aposen en la memoria como si precisaran una reflexión posterior en la que consiguieran su pleno sentido. Así lo corrobora el acercamiento crítico de José María García Linares al perfilar una biografía ficcional en la que se integra, con sitio propio, la cotidianidad expresiva de Begoña Abad, esa textura trascendente de la vida al paso.   

https://puentesdepapel56.blogspot.com/2020/02/jose-maria-garcia-linares-nacer-para.html