sábado, 26 de octubre de 2013

MEMORIA HISTÓRICA V



Frente al pelotón de fusilamiento
nadie recuerda aquella tarde
en la que fueron con sus padres
a conocer el hielo, el sol o los riachuelos.

Son hoy témpanos a punto
de olvidar cualquier palabra,
cerillas que predicen el futuro.

Yacen, en cunetas,
desterradas del recuerdo de los hombres
y arrasadas por el viento de la historia
las estirpes condenadas
a cien años de silencio y soledad,
sin ninguna otra oportunidad
sobre la tierra,
bajo la tierra.

domingo, 20 de octubre de 2013

VERDE



Estás en medio de la gente.
Es verde tu voz, como los versos
que quiebran la espesura
de la nieve en el invierno.
Verde es la palabra que pronuncias
ante el futuro gris de una tormenta,
de los ríos cuando pierden su caudal.
Nunca hablaste de abandono
ni quisiste que el temor
nos aguara los colores de la vida.
Por eso tu cabello verde
reluce en ediciones vespertinas
con la fuerza y el descaro de los niños
cuando pintan su pasión con acuarelas;
y consuelas con el verde de tus sueños
el insomnio amarillento de las colas,
de  cajeros automáticos, del hambre,
porque el sueño siempre ha sido gratuito
y no tiene por qué dejar de serlo.
Cae la tarde, pero verde,
como verde es el olor de las castañas
cuando cruzas sonriente por el parque.
Empieza a chispear.
  El viento es verde y sabe a verde
y verdes son también las ramas…

viernes, 18 de octubre de 2013

MEMORIA HISTÓRICA III





III

No me olvides
aunque mi boca esté llena de tierra
y haya perdido la voz
                                                      con la que pronuncié tu nombre.

IV



Escúcheme, doña Matilde.
No, por favor, no insista más,
no es una opción incinerarlo.

Quiero a mi perrito
enterrado en los olivos

de la finca.

Era uno más de la familia.
 

sábado, 12 de octubre de 2013

TESTIGOS



Tenía las manos manchadas de tiza. Manchados tenía los pantalones y una de las mangas del jersey. Cuando sonó el timbre del recreo volvió a tener la certeza de que nunca, a pesar de su delito, caería sobre él el peso de la justicia. Había vuelto a despedazar a Rubén Darío en la pizarra. Nicaragua, profanas miradas, las penas de la princesa o la belleza azul con sus tres puntos suspensivos. Los restos del poeta iban resbalando por el encerado hasta formar, con su goteo, un charco espeso de tiempo alejandrino esperanzado que rozaba ya la suela de los zapatos del viejo profesor de Literatura. Con la respiración agitada, dio un paso hacia atrás para contemplar sonriente su obra con perspectiva. Suspiró, no sabía si por cansancio o por alivio.
Soledad, que había permanecido sentada mientras sus compañeros salían en tropel a la cancha, se levantó de su pupitre y se acercó al lugar del crimen. Lentamente se agachó, mojó su dedo índice en el charco y se lo llevó a la boca.
-          Sabe a mar, a cisnes, a vida.
Pálido, el profesor cogió sus cosas y salió de la clase con prisas. No contaba con la presencia de testigos.