Ay, lector
lorquiano, qué duro se me hace conmemorar cada 21 de marzo la muerte de la
poesía. Sí, homérico lector, sí. Llamemos a las cosas por su nombre. El día de
la paz, el día de la igualdad, el día del libro…, el día de lo que te salga de
los hipérbatos. Certificados de defunción, simple y llanamente. Las sociedades
avanzadas (eso dicen ellas) gustan de celebrar o recordar aquello que ellas
mismas, por desconocimiento, por miedo o por ignorancia, descuidan, olvidan o
destruyen. Son así de ridículas, así de estúpidas, así de modernas, y no hace
falta que te diga (no, no me muero por tener algo contigo, romántico lector, so
pirata), no hace falta, digo, que te diga que vivimos tiempos muy modernos.
No
voy a hacer aquí ninguna defensa de la poesía, ni mucho menos. Acabaría
diciendo solo cosas bonitas, como suele hacerse con los muertos. Tampoco te
diré que lucho por revivirla en mis clases alzando la voz y cantando por
Cernuda, Ángel González o Jorge Riechmann (tan distintos, tan iguales, tan
buenos). No puedo leer mucha poesía porque nadie me entiende, básicamente, y
esto sí que es lo preocupante, porque las cosas no se mueren solas. Las
enfermedades tienen sus causas, hipocondríaco lector (también a ti te llegará
tu hora, como a los versos de Pemán, afortunadamente en este caso), sus virus,
sus bacterias y sus grasas trans.
En
los últimos meses un día sí, otro también, hemos visto publicados numerosos
artículos sobre la lectura, el libro digital, el futuro del libro, la caída en
el número de ventas, las nuevas estrategias del sector editorial…, casi todo
centrado en esos nuevos tiempos que, al parecer, son la hostia, pero que al
final siguen necesitando de la lectura y la escritura en esta majestuosísima
sociedad de la información y el conocimiento. Es decir, que lo que primero
necesita el sector del libro son lectores, no tanto soporte ni tanta tableta.
¿Que son cómodos los nuevos dispositivos? Por supuesto. ¿Que solucionan el
problema del espacio? También. ¿Que pesan poco? Pues claro. Lo que tú quieras,
lector novelero, pero para que alguien compre un e-reader tiene que ser, previamente, un lector, y basta con mirar,
aunque sea de reojo, a nuestras escuelas, nuestros institutos y nuestras
universidades para ver que lectores, lo que se dice lectores, no es que haya demasiados.
No digo que haya pocos. Digo que podría haber más.
La
poesía no es más que un tipo de discurso, y discursos hay unos cuantos. Que no
se lea porque no guste, me parece muy legítimo, pero que se deje de leer porque
no se conozca y que por eso no se entienda es lamentable. Te diré, lector
irritado, que tampoco es que me extrañe mucho. Hoy puede uno dedicarse a
enseñar en aulas de Primaria o Secundaria sin haberse leído un solo libro.
Parece una exageración, pero no es mentira. Se puede ser, incluso, profesor de
Literatura, y te lo digo porque conozco a muchos. Tampoco se puede enseñar cómo
funciona el discurso poético si el Estado elimina la asignatura que se dedica
precisamente a eso, Literatura Castellana, y mucho menos se puede ser lector si
desde casa la familia no pone un poquito de atención a menesteres como este.
Total,
que las cosas no vienen solas. Hay muchos factores que han ayudado a que el
discurso poético esté como esté. Uno de ellos (para que veas, lector, que el
cogotazo se lo meto a todos) es el de la corrupción de los jurados en los
certámenes poéticos. Tanto premio engañoso, tanto servilismo, tanto amiguismo y
tanta trampa llenan el panorama libresco de un tufo a mentira que es
insoportable y que ha desencantado a los lectores. Todos estos que hablan de la
poesía como herramienta para la libertad, de poesía cercana al ciudadano, de
honradez poética… y están de mierda hasta los codos, certamen tras certamen. No
estoy generalizando, claro. Tú, poeta corrupto, mentiroso, sucio, sabes que
estoy hablando de ti. Sabéis que estoy hablando de vosotros. De quienes más que
vates poéticos os habéis convertido en váteres inmundos. Dais asco.
Qué
amargoso me he puesto, ¿no? y, además, gratuitamente, que es lo peor. Dentro
del panorama descrito, es cierto que parece que la poesía está intentando
levantarse, volver al mundo, como el niño de la serie Resurrection, gracias a los blogs y las redes sociales. Ojalá sea
cierto y sea una verdadera resurrección y no un levantamiento zombi.
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