domingo, 23 de marzo de 2014

RESISTENCIAS

Resisto con mis manos
el empuje del viento,
como con el cuaderno
el de los años.

Estas últimas borrascas
han dejado nieve en la azotea
y amenaza el frío aliento
al pensamiento y la memoria.

He de calentar cada recuerdo,
los lugares donde fui feliz,
la playa enamorada de la luz.
El sol de un niño.

El viento agita las persianas,
golpea los postigos del sosiego,
nos llena los balcones de hojarasca,
de palabras inservibles, despreciables,
demagógicas, baratas,
como la comparecencia
de un meapilas con corbata
y con perfume tridentino.

La ciclogénesis da miedo al aire libre
pero no bajo este techo de pasión,
de protesta y valentía,
de poemas que no sirven para nada
porque no sirve la vida para nada
y esa es la verdad que defendemos,
que cantamos, que ofrecemos.

Arrecia el temporal y nos miramos,
pues hemos aprendido a dar batalla.
Tus besos y mis versos contra el mundo,
tus libros y mis libros contra el necio,
el opresor, el mangante, el embustero.

No es fácil, lo sabemos hace tiempo,
luchar con la tormenta arrebatada,
con la cólera de un dios insatisfecho
e insaciable de poder y de manejo.
Su rayo daña la fachada de la vida,
nos llena el corazón de dormitorios con goteras,
pero aguantamos,
nos cogemos fuertemente de las manos
y achicamos, con paciencia, todo el barro
y toda el agua residual de su monserga
bajo el cielo gris de la mentira.

El rostro y los cabellos empapados,
los cuerpos ateridos por el frío.
Es demasiada lluvia la que cae
pero más nuestra constancia,
esta luz alojada en las pupilas,

la esperanza que se aprende con la búsqueda.

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