viernes, 21 de febrero de 2020

RESEÑA EN IDEAL DE EL FRÍO PROLETARIO, DE ISABEL PÉREZ MONTALBÁN

Isabel Pérez Montalbán, considerada una de las voces más significativas de la poesía de la conciencia crítica, siempre ha manifestado que entre las responsabilidades de un autor están la de recuperar la memoria, “nunca neutral sino contrastada”, la de cuestionar el presente y la de “aventurar un futuro y una utopía posible”. Son palabras que sirven de pórtico a la antología poética titulada El frío proletario. Antología (1992-2018), posiblemente uno de los textos más esperados por quienes han seguido la trayectoria de la poeta cordobesa en las últimas décadas. Veintiséis años de poesía que merecían la visibilización definitiva, la relectura y el acercamiento de nuevos lectores a una poética realista y comprometida, alejada de florituras o ensimismamientos, hija de su tiempo porque, como la propia autora señala de la mano de Juan Carlos Rodríguez, “la literatura es un efecto de la historia y de los individuos históricos”. Desde los primeros No es precisa la muerte (1992) o Cartas de amor a un comunista (1999) hasta los más recientes Siberia propia(2007) o Un cadáver lleno de mundo (2010), el yo poético habla desde los oprimidos, como ya señaló Alberto García-Teresa, y va construyendo su identidad sin renunciar a ciertas referencias autobiográficas que se inscriben dentro de la lucha de clases. 
            En Cartas de amor a un comunista, uno de sus textos más conocidos, Pérez Montalbán escribió que “toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de la lucha de clases”, de ahí que la mirada poética parta desde esta premisa en su lectura de la realidad. Esta manera de mirar el mundo atraviesa toda su poética y está debidamente justificada en el pórtico de la antología, “Presentación”. Junto a este referente de la realidad, para la poeta resulta imprescindible que el escritor utilice y asimile toda forma de conocimiento, es decir, no sólo el académico, sino también los muchos saberes, la conciencia del entorno y de lo oculto tras lo evidente, puesto que una de las obligaciones del artista es el compromiso de estar alerta ante la realidad propia y ajena. Hay que escribir como testigo, como cronista, partir si es preciso del sí mismo para ir al encuentro de los otros, a la materialización de la experiencia colectiva, a la construcción de un proyecto común. 
            Uno de los símbolos más importantes en la poesía de la cordobesa es el del frío, no sólo esa heladez que encarna el dolor, la explotación, la miseria o el sufrimiento de la clase obrera, sino también la conciencia gélida de la derrota que cala hasta los versos de muchos de los poemas de esta antología, porque luchar contra el orden establecido no garantiza en la mayoría de casos, la victoria.  

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